El aliento vital, la chispa divina que nos da la vida y que mientras estamos vivos está dentro nuestro cuerpo, está a la vez expuesta al sufrimiento físico o emocional. Por ello, el sufrimiento a causa de accidentes, fallecimiento de seres queridos, abusos, etc. puede provocar que una parte de esta alma se desprenda para evitar tal sufrimiento.
Los síntomas para pensar que hemos podido perder una parte de nuestra alma es la sensación de que no somos los mismos, que nos falta algo y que no sabemos exactamente qué es. Un estado de ánimo triste, sin deseo ni creatividad.
También a veces podemos perder una parte de alma al entregarla (voluntariamente o no) a otra persona, por ejemplo una relación de pareja o una relación madre – hijo, o que, a raíz de envidias, alguien esté tomándonos alguna parte de alma.
El practicante chamánico puede identificar si a alguien se le ha desprendido una parte de su alma y sobre todo la puede volver a infundir y así vuelva a su cuerpo.